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INFO

  • FECHA: 24-11-2020
  • LUGAR: Chile

PAÍS DE ORIGEN

Argentina

Argentina

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Hostil belleza. Desierto de Atacama, Chile

Giselle en Buenos Aires, Argentina

Mis días por el desierto más alto del mundo en nuestro paso por San Pedro de Atacama, Chile. Desierto, un pueblo de 2.500 habitantes y punto. San Pedro de Atacama no nos dio la mejor de las bienvenidas, y eso que atravesamos los Andes para conocerlo. Después de un trayecto de 515 km, recorridos en 10 horas, finalmente llegamos a la nada.

San Pedro de Atacama

Desierto, un pueblo de 2.500 habitantes y punto.

San Pedro de Atacama no nos dio la mejor de las bienvenidas, y eso que atravesamos los Andes para conocerlo. Después de un trayecto de 515 km, recorridos en 10 horas, finalmente llegamos a la nada. Tras haber sido revisados en la frontera, el bus nos acercó a lo que sería el pueblo y partió. Bajo mis pies: tierra, polvo, arena. A mi alrededor: el viento y algunos aventureros.

Dicen que preguntando se llega a Roma, así que no podía ser muy díficil llegar al pueblo. Hacia allí fuimos y después de varias recomendaciones dimos con un residencial que como al resto de los hospedajes del lugar no tenía calefacción, ni agua corriente, ni luz por las noches. Pero que parecía agradable y el precio nos convenía.Nos esperarían múltiples escollos.

Electricidad unas pocas horas al día (irónicamente habilitada mientras había luz solar), escasez de agua (era de esperarse en el medio del desierto), amplitud térmica nunca antes experimentada (de día 25 C° y de noche –20 °C), poco dinero y ningún cajero en 100 km a la redonda. Más allá del panorama hóstil, San Pedro nos regalaba unos días cálidos, y unas noches en las cuales llovían estrellas porque no cabían más en el cielo. Lagunas, volcanes, salares, geisers, arroyos. Dadas las condiciones al viajero con sed de nuevas experiencias todo suena atractivo y aunque el pueblo es minúsculo está atestado de agencias de viajes con diversas propuestas.

Naturaleza extrema y el geiser del Tatio

El primer día nos levantamos a las 3.30 de la madrugada, nos pusimos todo el abrigo que teníamos, y a oscuras nos fuimos a la puerta del hospedaje a esperar la camioneta que nos vendría a buscar.

El termómetro interno no fallaba, hacía frío, la temperatura rozaba los 25 grados bajo cero. El amanecer se hacía esperar. El camino era de ripio, sinuoso, y mi estómago lo sentía. Tras casi dos horas, llegamos al campo geotérmico de los Geisers del Tatio. Pagamos la entrada al Parque Nacional y el frío parecía pegarnos una cachetada.

Solo podíamos caminar por los senderos marcados dado que estas fuentes de agua hirviente no avisaban cuando iban a soltar su furia. Comenzamos a recorrer el lugar cuando aún el sol no era nuestra compañía y el vapor hacía aún más misterioso el paisaje. Desplegamos el desayuno sobre unas piedras. Lo más solicitado era el té de coca dado que la altura (4.320 metros) en combinación con las bajas temperaturas nos tenía a varios a mal traer.

Algunos valientes se atrevieron a bañarse en una piscina natural de agua termal que ronda los 30 °C, cuando los que mirabamos desde afuera estabamos a –15 °C. Un grupito de madrileños se daban coraje cantando sevillanas y mis amigas españolas trataban de esconderse debajo de las piedras por la verguenza ajena que sentían y a su vez se enorgullecían de que eran los únicos que llevaban su alegría a todas partes. El lugar es de cuento.

Los extremos se sienten en todo. En el silencio que es absoluto, en la fuerza del agua, en la rigidez de la tierra, en el clima con sus cambios radicales, en lo inhabitable de esas latitudes. Es en estos casos donde uno se da cuenta de la inmensidad del mundo, de lo pequeña que es su vida en comparación a la vida que nos rodea y de cuan afortunado es por poder ver, sentir y vivir estas experiencias.

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Sandboard

El primer día que llegamos a Chile, mareadas por el viaje y la altura nos dedicamos a encontrar alojamiento, escuchar consejos sobre qué hacer en los días siguientes y contratar las excursiones. Nos llamó la atención una que decía ‘Sandboard en el Valle de la Muerte bajo las estrellas’.

Era una expedición nocturna para practicar ese deporte.

Debido a mi inexperiencia en el tema y a que no me quedaban demasiadas fuerzas mientras me recuperaba de una intoxicación, sugerí hacer la excursión diurna.

Preguntamos en un hostel y nos dijeron que en dos días había una posibilidad de hacerlo así que contratamos allí. Desde San Pedro se transitan sólo dos kilómetros hasta la cordillera de Sal: una especie de precordillera que luego se convertirá en la majestuosa cordillera de los Andes. El paisaje se hace cada vez más imponente y extraño. Llegamos al Valle de la Muerte, bautizado de esta manera por sus gigantescos médanos con angostos filos de arena, y bajamos nuestras tablas.

Nuestra experiencia en deportes sobre tablas era nula pero tras algunas recomendaciones, varias caídas y muchisimas risas, nos llevamos hermosos recuerdos de esa tarde. Cuando el sol se iba retirando nos dimos paso por el Valle de la Luna para ver el atardecer.

Este paisaje de aspecto lunar nos dio la sensación de estar caminando en nuestro satélite pero sin la falta de gravedad. El ocaso es indescriptible. Colores naranjas, marrones, violetas se van adentrando en la cordillera con sus innumerables picos y volcanes.

Todos nos ubicamos en el filo de la duna, y en silencio, vimos como el sol nos abandonaba. Para culminar un día agitado, nuestro guía comenzó a correr, nos empujó y tomandonos de la mano bajamos el médano corriendo, casi rodando por la aceleración, jugando como cuando eramos niños.

Kurt Cobain, vive!!

Segunda noche en San Pedro. Vamos por algo que nos haga entrar en calor. Nos decidimos por el bar ‘El Milagro’, buscamos una mesa cerca del fogón. En este pueblito es común que los bares y restaurants tengan una especie de galeria y que el centro del salón sea a cielo abierto para que las llamas de esas inmensas fogatas utilizadas para calefaccionar no quemen el techo.

Sentado frente al fuego, mirandolo como si fuera el primer hombre que lo descubre, divisamos a un chico de unos 20 años, idéntico al desaparecido líder de Nirvana. Esa noche fue un delirio. Se sentaron en nuestra mesa un grupo de adolescentes chilenos que estaban de viaje de estudio, y entre risas nos enseñabamos giros y acentos del ‘dialecto’ de nuestros respectivos paises.

La situación le llamó la atención a casi todo el mundo, y así se nos fueron sumando el camarero peruano que terminó sentado con nosotras a la mesa y el guía de la excursión del día anterior con sus amigos. Pero de repente ‘Kurt’ había desaparecido. Al día siguiente, un poco mareadas por la noche anterior, fuimos a nuestra excursión de sandboard. Cuando baja el conductor de la camioneta que nos llevaría no podíamos creerlo. Se presentó como Alejandro, tendría unos 27 años, era rubio, el pelo por los hombros, desarreglado y un aire muy parecido a Cobain.

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Las Lagunas Altiplanicas

Mucha coincidencia ‘verlo’ en días consecutivos y en dos personas distintas. Para el tercer día elegimos la excursión a las Lagunas Altiplanicas, son espejos de agua con el borde pintado de sal, un color verde azulado y que se encuentran a más de 5.000 metros de altura. Nos pasaron a buscar con una van y de a poco fuimos recolectando al resto de la tripulación. ‘Sólo falta uno’, por fin partiríamos según las palabras del guía. Paramos en un hotel a las afueras y subió Andrew.

Un inglés pálido y flaquisimo con una enorme sonrisa. ¿Su apellido sería Cobain? Digo, porque su cara es idéntica a la de Kurt! El tercer parecido en tres días! Resultó ser que Andrew hablaba muy bien español, que hacía varios años que vivía en Barcelona en donde trabajaba como profesor de inglés dejando postergada su profesión de arqueólogo, era super simpático pero todo un english gentleman, y a su vez tan igual y tan distinto a los otros dobles que nos habíamos topado en el camino.

Solo nos faltaba escucharlo, y como los deseos son ordenes, esa misma noche mientras cenabamos, con la voz de Michael Buble se dejó escuchar ‘Smell like teen spirit’. Quizá en verdad se sentía nuestro espíritu adolescente y al parecer, no había pasado desapercibido.

Lo importante no es no tener problemas

‘Lo importante no es no tener problemas, sino tenerlos y poder superarlos’

Si quería una prueba no encuentro mejor ejemplo que este viaje. Mi salida estuvo en duda, nos intoxicamos las 3, perdimos algunos buses, una de mis amigas se lastimó el pie haciendo sandboard y el médico más cercano a San Pedro estaba a 100 km, nos pasamos toda una noche en vela e incomunicadas tratando de comunicarnos con España porque teníamos la sospecha que una de las tripulantes del vuelo de Spainair que tuvo el accidente era una conocida de mi amiga, y las cosas seguían sucediendo…

El último día en el pueblo quisimos hacer algo que nos cambiara el ánimo pero ya no contabamos con mucho dinero. Así que nos decidimos por la excursión a Laguna Cejar que era una de las más accesibles. Cuando fuimos a retirar dinero del único cajero automático del pueblo, en medio de la transacción se cortó la luz y se quedó con la mitad del dinero y con nuestra tarjeta. No solo eso, sino que ahora quedaría en desuso hasta que lo vinieran a reparar, o sea el siguiente lunes….Maldijimos en varios idiomas, hicimos los reclamos correspondientes al banco en Chile y en España pero nada. Así que nos fuimos con nuestro malhumor a buscar una agencia en la que pudieramos pagar con tarjeta, contratamos y nos fuimos a comer (lo que nos quedaba). A la hora señalada nos encontramos en la agencia y partimos hacia la Laguna.

Laguna de sal. Despedida de San Pedro

Este oasis es una fuente de agua salada, el agua en su superficie es helada pero debajo es sumamente agradable dado que en su fondo la laguna tiene un geiser que se encarga de hacer una piscina climatizada natural. Estabamos en pleno agosto y la noche anterior la temperatura había rondado los -20°C, ahora harían unos 20°C. Al entrar la sensación es rara, primero se siente el frío pero a medida que nos sumergimos se empieza a sentir el calor y ¡la fuerza del agua por sacarnos a flote!. Es un fenómeno que se da por la cantidad de sal que tiene el agua, es 4 veces mas salada que el agua de mar y es algo parecido a lo que se da en el Mar Muerto.

Tras el baño nos fuimos a ver Los Ojos del Salar. Dos espejos de agua que se encuentran uno al lado del otro. Redondos, perfectos y en el medio de la nada.  El atardecer nos encontró en otra laguna despoblada de turistas, con un cielo rosa anarajando y degustando ‘piscola’, mezcla de coca-cola con pisco, típica aguardiente cuyo origen se disputan Chile y Perú. La noche nos encontró cenando salmón a lo pobre, que de pobre no tiene nada, al lado de una fogata, rodeadas de nuevos amigos.

Para despedirnos de este maravilloso lugar, y para hacernos olvidar del todo nuestro malhumor, el peruano nos llevó a una fiesta ‘clandestina’ (en San Pedro a las 12 de la noche pasan los carabineros y cierran todos los bares, restaurants y todo aquello que dé signos de vida). Música del Altiplano en vivo y todos extasiados bailando alrededor del fuego como si estuvieran en una rave en Nueva York.

Me llevo los mejores recuerdos de este viaje, sobretodo por la compañia y los nuevos amigos.

San Pedro de Atacama   copertina